Tiene mucho que no escribo una
declaración (esa es la forma en la que llamo a mis post desde la invención de
este blog) sin embargo los últimos cinco meses esperé a que algo sucediera,
esperé a ver si se rompía algo, lo que fuera, no pasó. Fue así como me decidí a
romper vasijas que conservaba desde hace 7 años.
Ahora queda una versión corta del
pasado, una vida lejos del sur y una casa con el no. 9. Siempre he dicho que no
hay mejor hogar que el exilio, pero esta ciudad es el hogar, mi hogar, no sé
donde tuve las maletas cuando decidí vivir en otra ciudad el año pasado–bueno ya
me reivindiqué-.Creo que mi gusto por vivir sola es gracias al divorcio de mis
padres que sucedió cuando era pequeña, asunto que agradezco porque nunca he
tenido apegos peligrosos. Si alguna vez leyeron aquí que la felicidad me tenía
ocupada, olvídenlo, ese tipo de felicidades no tienen lugar en este blog. Ahora
en Casa Jardín (así le digo a mi nueva casa) queda en el no. 9 de alguna
avenida transitable, todos los martes se instala un mercado ambulante que evita
que vaya al mercado central y pierda horas en el embotellamiento, cerca de Casa
Jardín queda la base del transporte público, la casa es blanca algo diferente a
casa azul pero en esas cuatro paredes cabe la imaginación. Vivo sola desde los
18 y ya estoy acostumbrada a lidiar con mi humor y mis caras, vivir así
–conmigo nada más-, es de esas cosas tan disfrutables como una mandarina en
época de decembrinas. Otra cosa favorable de Casa Jardín es que queda cerca
del 20-20 un café en plena avenida donde
pasé mucho tiempo con él, donde me enamoré, me desenamoré, volví a enamorarme,
me harté del enamoramiento y así consecutivamente, si es que enamorarse sea
algo que tenga trascendencia; desde luego que siempre fue del mismo hombre.
Aunque esa sensación de hambre o de mariposas volando por mis viseras la he
sentido dos veces en mi vida: la primera en el 20-20 y la segunda no tiene sentido
citar; dicen que al primer amor se le quiere mucho pero al segundo se le quiere
mejor, francamente no me quedé averiguar. A la fecha el 20-20 se convirtió en
un restaurant gourmet (recomiendo visitar) que fue traspasado por los dueños
originales al primogénito de éstos. Sí, si cambio mucho el 20-20 aun cuando lo
sigo visitando y voy a comer seguido, ese lugar ya no es el mismo, quizá porque
pienso que ya no tengo 20 entre otras cosas, sepa; lo cierto es que a veces
tengo la mala idea de pensar que nunca voy a volver a querer como quise a los
20, que eso sólo pasa una vez y ya, pero inmediatamente me entra la cordura y
borro esa mala, muy mala idea de mi cabecilla que aparte de mala es absurda.
El asunto no creo que sea creer que
ya no va a volver a pasar, sino que después de eso he transcurrido por
direcciones equivocadas, lo despistada se padece con los años. Pero no vine
aquí para contar eso, vine aquí para saludar a mis escasos 4 lectores y porque
recordé que en unos días este blog va a cumplir años, qué cosa más rara,
celebrar el aniversario de mi blog *risas grabadas*. Va un abrazo a los que
siempre están, un abrazo de sombra y cachetada a la memoria. Al final ya lo
dije en aquel poema de los trenes: “A mi edad los amores cortos son una vida”.