domingo, 10 de enero de 2016

El retorno

Las últimas semanas fueron para reencontrarse, reencontrarse con los recuerdos y con el presente. Caminé calles conocidas y encontré calles nuevas; visité los lugares de siempre, que con el tiempo han pasado a ser parte de la serie: lugares favoritos. Descubrí nuevas cafeterías, galerías y un programa de doctorado que me entusiasma. Recorrí con mi madre la ciudad en busca de espejos viejos y de vestidos floreados. Ahora entiendo porque mi madre me llama Peregrina, el peregrinar no siempre consiste en un viaje físico, sino en decidir donde quiere uno permanecer. A mi me gusta permanecer en mí, en mi cálido y hondo ambiente. Mi madre me enseñó a construir una habitación propia que poco a poco he ido edificando. Me gusta el camino de su construcción aunque en los intermedios hayan pasado momentos desafortunados. Quizá por eso nunca me ha agradado la idea de “jugar a la casita” con un novio, siempre he preferido que cada quien vive en su casa, eso me da la certeza de que el día que quiera compartir mi habitad con alguien será para permanecer. Por el momento sigo construyendo una habitación que cada vez es más grande, un lugar al que ya puedo llamar hogar. Me sienta bien saber que no tengo que ajustarme a las expectativas de nadie. Por eso lo que algunos llaman como “muchacha impredecible” no es más que un mecanismo de defensa para correr de mi lado lo que en realidad no quiero, una forma de reventar lo que me ata. Y casi siempre funciona. Estoy en época de desandar. 

 

 

 

P.D. No hay un año que los Reyes Magos no lleguen a casa  *.*