sábado, 24 de marzo de 2012

Un hombre del siglo XIX

Me está vedado conseguir que el viento
y la llovizna sean comedidos
con tu pelo castaño.
Ramón López Velarde




Para Iban de León, por su cumpleaños,

pero sobretodo por su amor a Cuernavaca


Ibán vive en el exilio, creció entre árboles frutales escuchando el aleteo de los pájaros en el cielo. Dejó la casa materna siendo muy joven como la mayoría de nosotros, se refugió en un valle de buganbilias donde las barrancas son jardines que prolongan su cauce hasta el río. Todavía lo recuerdo entrar con su mochila al hombro por la puerta del CEMA, salir con él rumbo a la plazuela para dar vuelta a la glorieta Juárez y entrar al bar La Reliquia para beber el miedo en una cerveza oscura; sí, les cuento de Ibán, el que escribe por la mañana poemas sobre una mesa, el que habla de Becerra, Vallejo y Fernández Granados, aquel que debió nacer en el siglo XIX igual que López Velarde y toma tragos en una cantina llamada La Esperanza. Ibán el que mira a los que quiere con ojos de niño y siempre que puede regresa al mar para buscar la isla de Robinson. El hombre que escribe de su infancia y deja testimonio de su casa en un cuaderno de nostalgias. Hoy cumple años y sé que es una prolongación del mes de Abril, un pájaro que esconde alacranes bajo sus alas y guarda testimonio de una casa azul. Larga vida, larga poesía, porque sabes bien que soy otro árbol en la huerta del padre.

3 comentarios:

Ibán de León dijo...

Qué hermosas palabras, Yelitza. Ojalá que yo pudiera decirte algo tan bello en estas pocas palabras. Muchísimas gracias. Por las lluvias repentinas de esta ciudad que alguna vez habitaste.

Ibán de León dijo...

Qué hermosas palabras, Yelitza. Ojalá que estas pocas líneas pudieran ser igual de bellas. Te agradezco enormemente, por esta ciudad donde las lluvias suceden a destiempo.

Yel- Itza dijo...

Gracias a ti por compartir una ciudad ajena.